Las tinieblas se disipan como los miedos, se
acrecienta el sonido de mi corazón, dándome cuenta que estoy más vivo que nunca
y que nunca dejare de estarlo, soy solo una piedra, pero al mirar de lejos soy
la montaña misma, ese aire rancio y picante inunda mi pecho, ardiendo tanto
como el dolor de ver el hambre y la muerte, ya nada será lo mismo para mi, soy
libre, lo soy desde que decidí hace unas horas poner mi carne como escudo de mi
alma y mi alma como protección de mis pensamientos. Como oleada humana nos
acercamos a no sé dónde y con el solo sentido de decir acá estamos, comulgamos
la misma sintonía, como los peces en los cardúmenes, todo es caos, pero
contiene una belleza que subyuga, hipnotiza y conmueve hasta las lagrimas,
muestro mis cartas al destino, el decide. El sonido de las púas de maldad
silban como los vientos del sur y van a parar a la nada, la misma nada de la
que nacieron, estoy parado ahí en el medio del camino, escucho los cascos de
los caballos, se aproximan, abro los brazos, miro al cielo, y descubro la
tranquilidad en ese cielo azul que vi tanta veces, pero hoy es más bello que
nunca, los gritos mezclados dejan una melodía de Ángeles, pasan a través mío,
me parto en millones de pedazos y me siento parte del todo y entiendo la poca
importancia, de lo que no se puede conservar para siempre.
kamen